sábado, 28 de mayo de 2016

Se nos fue el patriarca

Antes de la creación de la APB, fue un factor clave para que Estudiantes fuera campeón metropolitano de 1939, venciendo en la final a Boca en la cancha al aire libre de 1 y 55. En ese entonces, Marcelo Expósito empalmaba las canchas de polvo de ladrillo con su trabajo en el frigorífico a través del tranvía que unía La Plata con su Berisso de toda la vida. La creación de la Asociación Platense le solucionó el problema: pasó a jugar para Swift, que luego se llamó Trabajadores de la Carne, y fue la primera gran estrella de un básquet que estaba naciendo. Campeones en 1942, 1943, 1945, 1946 y 1951, los rivales lo explicaban fácil: "En el Swift juega el Chelo". Fue figura en la selección platense y en la de Provincia de Buenos Aires, y hasta se calzó la camiseta nacional para un amistoso en Uruguay. Cuentan que fue su apego por el barrio el que le impidió ser parte del equipo campeón del mundo en 1950, cuando para ser tenido en cuenta había que estar en Capital. "Como jugador es el mejor y como persona, un espejo donde mirarse", dijo alguna vez uno de la contra. Un crack y un caballero, paseó su humildad, su vitalidad y su don de gentes hasta pasar largamente los 90 años. Eran tiempos de reconocimientos en continuado, gracias a que Pilín Galliadi y Raúl Juambelz le contaban a de sus hazañas a quien quisiera oírlos. Muchos se ilusionaban con festejarle los 100 años, pero él hizo la última finta. El Chelo falleció el jueves y viajó a reunirse con las estrellas, si al fin y al cabo hace rato era una de ellas. Así se nos fue el patriarca, el mejor de todos en los primeros años de nuestro básquet platense, Hasta siempre, Chelo. 

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