martes, 26 de marzo de 2019

Es el famoso cordobés

Hace unos días cumplió 44 años y Diego Brunetti lo calificó en las redes sociales como "el primer distinto". Y entre sus compañeros de la Generación Dorada, no hay dudas que tiene razón. Fabricio Oberto fue líder de la camada más gloriosa de nuestro básquet, brilló bastante antes que el resto y lo hizo con luz propia. Campeón panamericano en Mar del Plata 1995, al año siguiente estuvo en los Juegos Olímpicos y, a su regreso de Atlanta, se sumó a la selección Sub-22 con un grupo que prometía: Ginóbili, Scola, Pepe Sánchez, Victoriano, Leo Gutiérrez, Palladino, Gabriel Fernández... El cordobés era la referencia en la pintura y enseguida lo hizo entre los mayores. En el Mundial 1998 promedió doble figura y fue elegido como el mejor pivote del torneo. Cuatro años después, en Indianapolis, jugó un rol secundario hasta la lesión de Manu: sin el as de espadas, él se hizo cargo y le pintó la cara a Divac y Tomasevic, anotando 28 puntos en la final del mundo que los árbitros decidieron en favor de Yugoslavia. En Atenas 2004 le rompieron un dedo en la victoria ante EEUU en semis, pero de tan generoso dice no acordarse que se perdió la definición. "Es como si hubiera jugado, hasta recuerdo dobles míos", aseguró para el documental Jugando con el Alma. Fue el primero de la fila en muchas cosas, incluso en hablar de llegar a la NBA. Y si bien lo hizo tarde (pasados los 30 años), se dio el gran gusto de ser campeón con San Antonio, en 2007 y jugando de titular. Se despidió de la selección siendo campeón de América en 2011 y del básquet en su amado Atenas de Córdoba, el que lo proyectó al mundo. Es, seguro, el mejor cinco de nuestra historia. Y ahora va a recibir el mejor reconocimiento, ya que fue elegido para integrar el Salón de la Fama de la FIBA. Será el tercer jugador argentino en ese lote, después de Oscar Furlong y Ricardo González, campeones del mundo de 1950. De los campeones olímpicos ya habrá lugar para otros, pero él ingresa primero. Y es un acto de justicia.

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